Recorrido por Doñana en febrero

2 marzo 2011
Aldea de El Rocío. Huelva
De todos los lugares de naturaleza con mayúsculas que tenemos en la península hay uno que se me ha resistido durante muchos años y que tenía como asignatura pendiente. Cuando vi la oportunidad de disponer de un fin de semana en febrero, no lo dudé un instante, el destino iba a ser Doñana, un poco lejos de Euskadi, pero estaba segura que iba a merecer la pena.
Garceta grande (Ardea alba)

Allá por finales de los 70, hice un intento de ir a Doñana, entonces no había apenas nada organizado y un grupo de biólogos  en ciernes organizamos el viaje de estudios de 3º de carrera, en plan coches particulares y tiendas de campaña.  Nos apuntaríamos a la aventura no más de una docena y emprendimos viaje hacia el sur. Pero Doñana, a pesar de los intentos que hizo el entonces Decano de la Facultad de Ciencias de Bilbao, Federico Uruburu, se nos resistió y no nos quiso autorizar la entrada para su visita. Nos quedamos con las ganas y esa asignatura pendiente en la mochila. El viaje nos sirvió para compartir vivencias y conocer otros lugares tan alejados de nuestra geografía. El mundo no estaba tan globalizado.
Iglesia de El Rocío con nidos de avión común
focha moruna o cornuda  (Fulica cristata)

Martín pescador (Alcedo atthis)
Somormujo lavanco en parada nupcial (Podiceps cristatus)


Ahora, en febrero, quizá no es la mejor época para visitar Doñana, una vez allí todo el mundo nos decía hay que venir en primavera, es cuando la vida bulle por todas partes, los pájaros a miles y en época de cría. Sin duda tendrán razón y si bien es cierto que ahora es un momento de transición, pues muchas de las aves invernantes se han ido ya, y las estivales no han venido todavía, no nos ha defraudado en absoluto, a pesar de que ni siquiera nos ha acompañado el tiempo pues amaneció lluvioso y con poca luz. Eché de menos esa luz de Andalucía, pero me ha servido para anotar en mi agenda que tendré que volver.
Ciervas (Cervus elaphus)

Como casi siempre no me había hecho ninguna idea del Rocío, porque me gusta más que los lugares me sorprendan. Salvo las imágenes de muchedumbre y cofradías que nos dan por televisión, no tenía una idea de esta aldea, que en invierno permanece casi desierta, montones de edificaciones de las hermandades del Rocío de los distintos lugares que siguen a la virgen y unas calles propias del oeste americano, de arena, sólo para carretas y caballos. Ni una pizca de asfalto, ni una señal de dirección, sólo los nombres curiosos de las calles en su azulejería, calle del sacrificio, calle de la boca del lobo, calle del águila imperial, de la cigüeña....
cigüeña blanca (Ciconia ciconia) con nidos en cualquier soporte


Y allí mismo, a pie de la aldea del Rocío estaba la marisma, desde allí ya se podían apreciar de lejos los flamencos, y volando cerca unos moritos, alguna garceta y ánade real también. Había mucha agua, demasiada para que los pájaros se vieran más abundantes por las orillas, sobre todos los limícolas. El nuevo observatorio de la Sociedad Española de Ornitología llamado de Francisco Bernis y situado en la zona llamada la boca del lobo  del Rocío luce muy bien, tiene sitio en la parte superior al aire libre para hacer buenas observaciones. Un problema, que los cohetes que lanzan en honor de la virgen desde primera hora del domingo, asustan a las aves y así es difícil de disfrutarlo.
Ansar común (Anser anser)

Morito (Plegadis falcinellus)

Calamon  (Porphyrio porphyrio)


Recorrimos tres de los cinco centros de visitantes que dispone el parque, los de Huelva: el de La Rocina, situado casi al lado de El Rocío, el de El Acebuche, carretera hacia Matalascañas y el de Jose Antonio Valverde, situado en mitad del parque (provincia de Sevilla) y al que se accede en ruta de 4 x 4 contratada con guía. Esto nos permitió hacernos una idea de la inmensa superficie dedicada a la naturaleza salvaje, y de apreciar los diversos ecosistemas que lo componen, marismas, arenales, dunas, bosque mediterráneo. Por algo está declarado Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la biosfera. No llegamos a ver a la estrella de parque, el lince, aunque sí vimos, muy lejos, un ejemplar joven de águila imperial. Pero sí se veían fácilmente ciervos en los pinares del bosque, que se quedaban quietos a nuestro paso pensando en cuándo salir corriendo. Se veían muchos conejos y sus madrigueras, ya que éstos deben soportar la supervivencia del lince.
Alcornoque (Quercus suber)
Flamenco rosado (Phoenicopterus roseus) y somormujo lavanco ((Podiceps cristatus)
Grandiosos dos de los árboles que por aquí no se acostumbra a ver, los alcornoques, que llenaban diversas zonas del parque y los acebuches, en la misma aldea del Rocío se encuentran ejemplares de unos 1000 años, impresionantes. Los perfiles de los pinos en el horizonte me gustaron especialmente y estos mismos entre las dunas.
flamencos en la marisma

Avefría europea (Vanellus vanellus)

Silueta de moritos (Plegadis falcinellus)


Aunque no había demasiadas aves, pudimos ver por primera vez focha moruna o cornuda (Fulica cristata), ya que tienen los guías localizada una zona donde anida una pareja en el interior del parque, y donde se encuentran acompañadas del resto de fochas comunes.  Y también vimos al calamon (Porphyrio porphyrio), otro ave peculiar, bastante escondediza que se metía entre los cañaverales, de un intenso negro azulado y con pico y patas rojas. Disfrutamos también de la observación de otras aves que no por ya conocidas las íbamos a menospreciar, como espátulas, garcetas, garceta grande, ansares, martín pescador, flamencos, moritos, somormujo lavanco, zampullín común, pato cuchara, rabilargos, calandrias, avefrías,...
Atardecer en la marisma de Doñana

Me queda la duda de cuándo volveré.



Comentarios

  1. Muy buena entrada ,cada vez voy conociendo mas pajaros y Doñana promete, bonitas y descriptivas fotos...un saludo !!!!

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