1 enero 2010
Ayer ví al hombre que tiene más ojos que días tiene el año, no me produjo ninguna emoción sino me trajo a mi memoria recuerdos de infancia.
Cuando yo era niña en mi casa el día 31 de diciembre afirmaban que habían visto a ese hombre, el hombre que tiene más ojos que días tiene el año, y yo en mi tierna inocencia imaginaba a alguien al que le aparecían ojos en todas partes, muchos tenían que estar en la cara o en las manos, porque si estaban tapados con la ropa de qué servían tantos.
Según me habían empezado a enseñar en la escuela, este hombre tenía que tener 365 ojos, y yo pensaba en el lugar dónde estarían ubicados, si los tendría escondidos en el cuerpo o no, porque yo nunca llegué a ver a ningún hombre con más ojos que los dos habituales en aquella época.
Sólo de más mayor, cuando pierdes la inocencia, entiendes el sentido de la frase. Ayer acercándome al recuerdo infantil vi a muchos hombres de éstos por la calle y pensé también en que se olvidan muchas tradiciones, que los tiempos cambian mucho más rápido a medida que cumples años y que también el intentar mantener por obligación algunas tradiciones, a veces resulta remar contra corriente o anacrónico.
Simplemente el tiempo transcurre a su debido ritmo, que no es el nuestro, el de cada uno, y este ritmo del tiempo hoy nos abre a un nuevo año, el 2010 del calendario gregoriano y manteniendo o no las tradiciones, todos hacemos de algún modo examen de conciencia y nos marcamos buenos propósitos para estos 365 días que nos quedan hasta volver a ver al hombre que tiene más ojos que días tiene el año.
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