Veo que poco a poco cada vez olvido más las cosas, y cuando releo alguna cosa de este blog que mantengo desde el año 2008 me sorprendo a mi misma con lo que relaté entonces. Tengo ahora bastante reciente el viaje que hice en agosto a Irlanda, y me gustaría además de fijarlo en la memoria, compartir las sensaciones, muchas de ellas típicas o tópicas de Irlanda.
Las ovejas: muchas y por muchos sitios, lo curioso de ellas es que tiene la cabeza y patas negras. Aunque también van pintadas en los rebaños en Castilla, por ejemplo, aquí en Irlanda los colores con que iban marcadas variaban entre azul casi turquesa, pasando por morado o incluso ambos. Dato curioso para uno que está acostumbrado a ver muchos rebaños.
Las carreteras: hice muchos kilómetros, como 2.800 Km, recorrí la mayor parte de la isla por carreteras secundarias muy estrechas, carreteras que circundaban la costa y que unían localidades. Mucha parte del recorrido discurría por la Wild Athantic Way, una carretera costera, en concreto por toda la costa occidental de N a S que mucha gente realiza en bicicleta, o en autocaravana y que está ampliamente señalada, como el camino de Santiago. Esta carretera discurre por lugares maravillosos pero a menudo es muy estrecha, lo que provoca atascos si hay mucho tráfico. En los pueblos los semáforos son inexistentes y con todo el tráfico que hay atravesarlos era una odisea, y no digamos si había feria o mercado.
Otro aspecto de las carreteras es la vegetación, no hay arcenes, y las plantas lo invaden todo, por lo que se forman incluso túneles verdes, la conducción por la izquierda para calcular espacios es dificultosa, te comes el verde más de una vez. Por otro lado, hay muchas zonas en que del verde absoluto se pasa a colores rojizos, amarillos o malvas, un espectáculo. A menudo debes parar, porque pasa un rebaño, o un ganadero lleva a sus vacas a otro prado. Los tractores se adueñan del asfalto, siempre a su ritmo, y además no se les puede adelantar, no cabe el coche. Algo que me pareció peligroso también, es que la gente, al no tener alternativa de camino, van por la carretera andando. Eché en falta los senderos y caminos que por aquí invaden el territorio, allí estaba todo muy compartimentado y era difícil encontrar un lugar para parar el coche y tomar una foto, o para estirar las piernas y dar un pequeño paseo.
La costa: Irlanda es como me lo imaginé, verde y con mucho acantilado y grandes extensiones de playas. Playas inmensas donde se hacen carreras de caballos, playas más recogidas, playas para pasear. Muchas bahías donde desembocan ríos que en marea baja forman marismas donde se pueden observar muchas aves. En las bahías incluso se ven delfines. Y los acantilados, esas formaciones de roca vestidas de verdes, platós de mil y una películas, entre ellas "juego de tronos". Acantilados y formaciones como la Calzada de los gigantes en Irlanda del Norte, o los acantilados de Moher u otros de menor renombre pero no menos vistosos. Acantilados donde no es difícil encontrar multitud de aves sobrevolando, y mirando al mar alcatraces pescando en las aguas, entrando al agua como balas.
Las casas: Los pueblos con casas pintadas de brillantes colores, o casas con los tejados tradicionales de paja, casas dispersas por el campo con sus típicas chimeneas, iglesias características con sus cementerios de cruces celtas, no faltan castillos mires por donde mires, muchos derruidos. La decoración de los comercios así como de los pubs muy alegre, dando vida a la calle, no faltan adornos florales en ningún sitio, esa nota de mucho color que alegra los días grises. A los irlandeses no les importa pintar una casa de rosa, o de morado o de verde chillón. Incluso hasta los contenedores de basura, o de vidrio, o de plástico tienen vibrantes colores, llegué a ver unos morados preciosos en la zona sur de la isla.
Algo que me llamó la atención, fue que al atardecer se juntaban miles de pájaros, o estorninos o cornejas en los pueblos, a modo de dormidero. Me recordó a la película de los pájaros de Hitschcock, que supongo yo que en algo se inspiraría. Lo observé en más de una ciudad.
Los pubs: Esos locales, public houses, donde se sirve de todo, incluso comidas. Bellamente decorados, con mucha personalidad y donde los equipos locales de cualquier deporte aparecen representados, fotografías antiguas, banderas, enseñas. Grandes pantallas donde se puede seguir al equipo favorito, todo el mundo comenta las jugadas y no precisamente de fútbol, que también, pero también deportes raros para nosotros como el hurling. Resulta agradable tomar una pinta de cerveza y observar a la gente que allí se congrega. Beben mucho desde luego.
Y la música en los pubs, qué delicia, se forma un ambiente mágico con ese sonido celta, músicos sentados con sus pintas de cerveza que parece que vayan improvisando, cada uno su instrumento. Un ambiente que por sí solo merece una visita, en cualquier ciudad o pueblo no faltaba, especialmente hacia el fin de semana.
Paisaje: Ante un recorrido tan amplio, me quedan muchas en el tintero, pero no quiero dejar de nombrar por ejemplo, los recorridos por las diferentes penínsulas en la costa sur-oeste, allá por Behara, Dingle, el anillo de Kerry los paisajes de roca, de verde y de brezo. Conocer esos otros paisajes de turberas de Connemara, y ver ese suelo verde tan mullido como una alfombra y las hileras de turba extraída para secarse que aún se usa como combustible. Disfrutar del paisaje kárstico del Burren, donde la caliza hace filigranas y donde incluso se ven monumentos megalíticos. Este lugar descrito como el sitio donde "no hay árboles donde colgar a un hombre, ni agua donde ahogarlo, ni tierra donde enterrarlo".
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