20 agosto 2010
Siete son los planetas y siete los días de semana, como siete son los colores del arco iris
ROJO
Aquel rojo en sus labios fue el delator. No puedo soportar el imaginar el acero hundiéndose y ver manar la sangre a borbotones.
NARANJA
Me acerqué al oxidado vagón a hurtadillas, tenía curiosidad. Mis piernas infantiles me temblaban, una luz me permitió escudriñar el interior, era todo de color naranja, ¡estaba lleno de naranjas!, naranjas a miles. La luz se me aproximó más, el naranja era cada vez más intenso, hasta que sentí la presión de alguien que me agarraba con fuerza.
AMARILLO
Fue sólo un instante, todo se tiñó de esa luz absurda, amarilla, los rostros parecían aún más enfermos, en cada mano colocaron una flor, asemejaba a un tulipán amarillo, y el ritual continuó con su miserable fin.
VERDE
Salió sin apenas peinarse, cogió la bici y echó a correr por el camino, estaba tan verde el campo que deslumbraba, él sólo pedaleaba frenéticamente en busca de la hija de Jacinto, sí la de los ojos verdes.
AZUL
Se puso el mono azul recién planchado, se despidió como todas las madrugadas, cerró la puerta. Mientras caminaba hacia el muelle se maldecía de lo ingrato de su trabajo, de estar horas y horas mirando el azul del horizonte sin ningún resultado.
AÑIL
Mamá, estas sábanas no hay quien las vuelva blancas, y mira que las lavo y las froto con ahínco, y nada, ni por esas.
Hija, te he dicho mil veces que les pongas un poco de azulete, que no es cosa de viejas, y que aunque te parezca una tontería, les da ese toque añil de frescor y blancura.
VIOLETA
Aquel habitáculo parecía un templo, todo respiraba paz, se habían encargado de que el tono dominante fuera el violeta, decían que por favorecer la espiritualidad y la calma. De vez en cuando, se escuchaba un respirar fuerte y algún que otro grito contenido. La espera se hacía eterna, era ya el quinto parto de Virtudes y él, como buen Mantúlez, esperaba ansioso su primer varón.
Por un momento la agitación aumentó en la sala, ya venía, el último gemido, y... se escuchó el llanto. En menos de cinco minutos la partera le trajo al bebé. Su decepción fue grande al comprobar que era otra niña, su quinta hija, esos ojitos no dejaban de mirarle y ésto le calmó. Se acercó junto a Virtudes y le dijo ¿Y si la llamáramos Violeta?
Comentarios
Publicar un comentario
Si algo de lo observado te invita a comentar, puedes hacerlo. Será bienvenido.